28 de noviembre de 2008

A glass of blessings / Los hombres de Wilmet, de Barbara Pym

La historia de Barbara Pym es conocida: escritora tardía (como Elizabeth Taylor y Muriel Spark), publica varios libros en los años cincuenta. Son novelas relativamente cómicas, perfectas de forma, irónicas e ingeniosas. Son novelas excelentes, y los lectores y los críticos la adoran.

Pero cambian los tiempos y, en 1963, su editor habitual rechaza "An unsuitable attachment". Es una novela tan buena como las anteriores, pero, aparentemente, no parece estar a tono con los gustos del público. Barbara Pym escribe sobre pequeñas tramas en torno a parroquias anglicanas, sobre solteronas y párrocos en los años de posguerra....y los editores quieren libros más "modernos". Prueba suerte con otras veinte editoriales, y veinte vece oye "no, gracias".
Para una autora con seis novelas publicadas a sus espaldas, la hostia debío de ser considerable.

Depresión, silencio literario, vacío....los sesenta y los setenta son su travesía en el desierto, que dura quince años. Enferma de cáncer, logra escribir dos novelas nuevas. Reúne fuerzas para acercarse a su antigua editorial, y portazo de nuevo. Es el fin, o casi.

En 1977, el Times Literary Supplement publica su particular canon de autores infravalorados del siglo XX. Surprise, suprise...Barbara Pym es la única escritora mencionada dos veces: por Philip Larkin y Lord David Cecil). ¿Quién es? ¿Dónde está? ¿Sigue viva? ¿Merece la pena leerla?
Barbara Pym emerge del olvido brevemente para morir en 1980, y fin de la historia.

La fama de Barbara Pym no ha decaído desde entonces. Sus seguidores son legión y se reúnen periódicamente, gracias a la Barbara Pym Society, para tés, conferencias y walking tours siguiendo los pasos de la autora o sus personajes. Así es: existe la Pym-mania.

A Glass of Blessings, publicada en 1958, es una novela en primera persona. Wilmet, narradora, es una mujer en la treintena, bien casada y ligeramente -sólo ligeramente- aburrida. Observa la red de relaciones que se tejen entre sus amigos y sus compañeros de parroquia, e imagina qué hacen, qué secretos esconden y a quién desean. Es, evidentemente, un eco de Emma, de Jane Austen, y, como ella, es un ojo poco perspicaz que ve menos que el lector. Pero Wilmet no es una niña ni una celestina sino una mujer casada de treinta y tantos años.

La novela empieza en la iglesia, con Wilmet imaginando historias sobre las vidas de los demás. Dios obra, y varias tramas se abren al mismo tiempo:
1- Se encuentra en misa con Piers, amigo de su hermana Rowena. ¿Qué hace allí, en una parroquia que no le corresponde? ¿A qué se dedica? ¿Tiene problemas con el alcohol? ¿Por qué no está casado a su edad?
2- La casa parroquial se ha quedado sin asistenta. El Padre Thames habla con Wilmet, que le pregunta si un asistente masculino podría servir: "Oh, any sex, any sex", said Father Thames, wringing his hands. Y Wilmet empieza a sumar dos y dos.
3- En el ministerio donde trabaja el marido de Wilmet acaban de despedir a Mr. Bason, un chico un poco raro aficionado a la cocina.
La intensidad dramática de las tramas basta para poner a Wilmet en marcha: "I reflected that perhaps that very evening an opportunity might occur for me to do something that would give me a glow of virtue, and as it turned out I was not far wrong".

La novela se pone en marcha, y a mediados del capítulo cuatro ya está llena de promesas. Sabemos que Rowena está casada con Harry, que parece seguir enamorado de Wilmet. Sabemos que Wilmet está dejando que Piers intime con ella. Sabemos que Mr. Bason parece ser perfecto para el puesto en la casa parroquial. Y sabemos que un nuevo párroco, guapísimo, ha entrado en escena. Atención: se llama Marius Lovejoy.

De ahí hasta el final, disfrutamos de un desarrollo del material absolutamente perfecto: todos los personajes son relevantes y ricos, los giros son pertinentes, las tramas secundarias entran cuando deben, y los elementos que los provocan (una cajita, una carta de amor leída a través de un pancake, un huevo Fabergé robado, una casulla) arrojan sobre la historia la ironía precisa para que no olvidemos que estamos leyendo una historia de una mujer que sueña con el amor -propio o ajeno- como entretenimiento y no como deseo: "April was balmy and delicious, and cruel in the way the poet did mean, mingling memory and desire. The memory was of other springs, the desire unformulated, unrecognized almost, pushed away because there seemed to be no place for it in the life I had chosen for myself".

A disfrutar.
____
Fotografías de Risaku Suzuki

18 de noviembre de 2008

La polilla y la herrumbre, de Mary Cholmondeley

Material de primera desde el principio: "No acumuléis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban", dice el vicario. Janet y Anne escuchan y se aplican la enseñanza. Son dos mujeres, son dos personalidades distintas, son dos maneras de entender el amor, y nos vienen a la cabeza inmediatamente "Middlemarch", "Hijas y esposas" y otras muchas grandes novelas del XIX con parejas de mujeres ante el amor. El tema tiene enjundia; nos frotamos las manos.

Pero estamos en 1912 y esta novela parece ser otra cosa desde el principio. En el capítulo III -tras la escena de Janet y su prometido junto al arroyo, contemplados por Anne- no nos queda duda: esta novela es otra cosa. Giro en el IV -magistral preparación del terreno para lo que Janet significará a partir de entonces- y nuevo giro en el V. Estamos en una cota de suspense, sorna, ternura y delicadeza cuando (¡más difícil todavía, señores!) entra el asunto central de la novela: un dilema moral. Y con esto hay varias pelotas en el aire.

No es posible decir más sin desvelar la trama. "La polilla y la herrumbre" es una novela magnífica, tocada por gracia, perfecta en su equilibrio y en su tono. Si nuestra labor como lectores es gozar de lo específico en cada obra, debemos reconocer que ésta sobresale por una cualidad rarísima de encontrar: la de tratar cada asunto según su clave (lo cómico en clave cómica, lo serio en serio, lo tierno con ternura, etc) y tejerlos juntos en una trama impecable, elegante y aparentemente -huelga decirlo- effortless.
A leer.


8 de noviembre de 2008

A world of love, de Elizabeth Bowen


Tres notas -literalmente- sobre el contexto:

En 1954, cuando Elizabeth Bowen escribe "A world of love",
a) Europa está en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial,
b) la autora acaba de enviudar de Alan Cameron, muerto en agosto de 1952,
c) Bowen's Court, la mítica residencia en el campo de la autora (por la que parece haber pasado todo el mundo en las décadas centrales del siglo, desde Eudora Welty -perfecta- hasta Carson McCullers -borracha-), es ya una ruina económica condenada a la venta.
Pero "A world of love" no es, por supuesto, un roman à clé, y el contexto arroja sombra sobre la trama de la novela precisamente así: como una sombra.

"A world of love" es la primera de las tres últimas novelas de Bowen y forma, junto con "The little girls" y "Eva Trout", un tríptico de novelas radicalmente esquivas, elípticas, enigmáticas....por usar un término Bowen, "farouche at their most".

Bowen parece anunciar aquí: ya os he acostumbrado a personajes, motivaciones y tramas llenas de oscuros gaps; vamos ahora a inventar formas novelísticas igualmente arrítmicas.

¿Qué narra la novela? Es junio en Montefort, una casa en el campo en Irlanda. Hace calor, el tiempo se ha detenido y en la casa conviven, unidos por un arreglo económico chapucero y por otros vínculos que no puedo revelar, la joven Jane y su hermana Maud, Fred y Lilia (padres e inquilinos/guardeses de Montefort) y Antonia (dueña de Montefort). Jane tiene veinte años y curiosidad, ansia por conocer cómo es esa Great Thing que los adultos parecen conocer, anhelar y negar. Un día, Jane encuentra en el desván una serie de cartas que Guy, un antiguo prometido de Lilia caído en la Primera Guerra Mundial, escribió hace tiempo. Son cartas de amor sin destinatario.
Jane lee las cartas y, literalmente, trae al presente el fantasma de Guy.
Jane, con una torpeza semejante a la del personaje de Portia en "The death of the heart", se lanza al conocimiento del amor. Quiere saber y quiere experimentar. Quiere preguntar y pregunta demasiado: ¿A quién iban dirigidas esas cartas? ¿A quién pertenecen? ¿Qué sucedió exactamente? El pasado, con sus agujeros y sus enigmas, vuelve a los adultos de Montefort.
En una trama secundaria, Lady Latterly, dueña de una mansión vecina en cuya mesa siempre hay un plato servido para Guy o su fantasma, se encapricha de Jane y la invita a sus fiestas, dispuesta a proporcionarle los medios necesarios para que viva lo que ha aprendido en las cartas encontradas en el desván.
Y así sucede, pero fuera de las páginas de la novela, que se cierra con Jane en el umbral.

Como escribió la propia Elizabeth Bowen sobre este libro, "You can see why it's deliberately such a short book. It's on the periphery of a passion -or, the intensified reflections of several passions in a darkened mirror."